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sábado, 10 de julio de 2010

Saga "La Mediadora" El Comienzo Capítulo 11: Primeras visiones

Sus labios presionando los míos deberían sentirse fríos, pero no, en aquel momento parecían volcánicos, quemándome con cada roce como si se tratasen de la mismísima lava candente y mis labios se aferraban a los suyos como si siempre hubiesen pertenecido allí. Me tenía bien pegada a él, con una mano puesta en mi nuca y la otra envolviéndome por la cintura por lo que podía sentir un grueso bulto empujando sobre mi ingle pese a estar los dos vestidos. Recordé en ese instante el momento en el que lo vi con esos pantalones blancos muy ajustados que dejaban claro que era un hombre bien dotado y lo imaginé sobre mí empujando fuerte, duro y dulce a la vez hasta provocarme el clímax. Emití un ronco jadeo por mi pensamiento y él lo tomó como una señal para continuar, así que torturó mi lengua con la suya. Hasta ahora no la había usado, pero debo decir en una simple palabra: impresionante.
Ese momento de relajación placentera hizo que mi mente fuese a la deriva y de repente el tatuaje en forma de ojo vibró y una luz destellante me cegó. Para cuando la luz cesó y conseguí ver algo yo estaba sola, sin rastro de Constantin por ningún lado. Miré a mi alrededor y tampoco me encontraba en su despacho, si no en una habitación que parecía un dormitorio antiguo. Las paredes estaban pintadas en blanco y en el techo eran visibles las vigas de madera oscura que lo hacían más rústico y a juego con el desgastado suelo. No tenía mucho mobiliario: un pequeño armario, un espejo grande y ovalado, una cama, una mesita junto a ella y una silla tallada hoscamente junto a un escritorio. Unas pequeñas cortinas blancas con simbolos geométricos haciendo formas florales en color azul oscuro llamaron mi atención. Tras el pequeño hueco libre donde se unían las cortinas me pareció ver movimiento, como de alguien tras la ventana. Avancé mi mano para coger la cortina y me sorprendió comprobar que mi mano no era realmente mi mano, si no la de otra persona. Miré hacia abajo, hacia mi cuerpo. Estaba vestida con una camisa blanca bajo un chaleco oscuro forrado de lana, un cinturón grueso, unos pantalones blancos y unas botas de piel forradas bastante cálidas. No sabía cómo demonios había terminado con esa indumentaria, pero me percaté totalmente de que la persona que yo estaba mirando no era yo cuando me toqué en el plano y musculoso pecho bajo la camisa. Ni rastro de mis tetas. Alcancé el espejo pese a sentir que alguien me llamaba tras el cristal de la ventana y mi sorpresa fue mayor cuando a quien vi en el reflejo fue a Constantin. El corazón se me iba a desbocar por el impacto y no alcanzaba a comprender nada de lo que me estaba pasando. En completo shock me acerqué hasta la ventana ante la insistencia de la persona tras el cristal, con suerte sabría decirme qué me pasaba o quizás me caería de la cama y por fin sabría que lo más seguro es que estuviese soñando desde un principio y por eso nada era normal. No encontraba una explicación mejor.
Cuando abrí las cortinas me topé con una hermosísima mujer tras el cristal, vestida con ropas muy elegantes y con generoso escote que me miraba furiosa y con los brazos cruzados sobre su pecho. Por su vestimenta y peinado imaginé que iba vestida a la moda del siglo XIX

-¿Es no pensabas abrirme? Sabías muy bien que yo iba a venir a buscarte. Es hora de divertirnos.

Si todavía no estaba lo suficientemente shockeada, ahora lo estaba totalmente. Yo era consciente de que esa mujer no estaba hablándome en mi idioma, si no en rumano, pero la entendía perfectamente. Pensé en qué decirle, pero mi boca se movió por su cuenta- No sé qué quieres de mí.- otra sorpresa más, yo le contesté en rumano también.

La mujer puso ambas manos a los lados de su cadera y me miró de arriba a abajo.- ¿A qué juegas, Constantin? Es momento de celebrar la adhesión entre Valaquia y Moldavia, y de que dejes de ser un enfermo obstinado de la política para pasar a ser un hombre diferente, con tiempo para la diversión y el ocio. La vida no es solo trabajar. Te dije que yo podría darte todo eso y más, si me dejas pasar. Ya tuvimos un encuentro hace poco y creo que te gustó. Podríamos tal vez viajar. Te mostraré la belleza de París, pasearás conmigo en góndola por Venecia, incluso pasaremos algún tiempo en España si tu quieres, sólo debes pedírmelo y te lo daré. Así que, ¿vas a abrirme de una vez?

Yo no quería hacerlo, pero mi mano se movió hacia el cerrojo que mantenía la ventana cerrada. No quería hacerlo porque mientras ella hablaba sus ojos se tornaron plateados casi blancos y algo en mi mente me decía que eso era hipnosis vampira. En mi brazo derecho, donde debería estar el tatuaje, me picaba horrores, pero no sirvió de nada. Abrí la ventana y en un parpadeo la mujer estaba sobre mí, manteniéndome pegada al suelo sin poder hacer nada y mostrándome orgullosa unos colmillos afilados.

-Eso es, mantente quieto hasta que yo te lo diga.- se giró hacia la ventana y susurró- Lucien, ven.

Un hombre de baja estatura asomó por la ventana, sonriendo con otro par de colmillos sobresalientes en su boca y una amplia satisfacción latente. En un salto acrobático estaba dentro de la habitación junto a mí.- Por fin, estoy hambriento. Esta maldita guerra nos ha dejado casi sin donantes.- se avalanzó a por mi muñeca y mordió dolorosamente para hacerme sangrar y beber.

La punzada de dolor que sentí me llegó desde el brazo hasta el corazón y mis latidos se aceleraron. Mi vista se volvió vidriosa mientras yo trataba de gritar y llorar sin éxito por culpa de la hipnosis. La mujer se acercó hasta mi cuello, aspirando profundamente el aroma a colonia. Se relamió deseosa y luego me miró de nuevo a los ojos. Frunció el ceño y volteó su cara hacia Lucien.

-No lo muerdas salvaje y no te lo bebas todo. Yo he sido la que ha estado engatusándolo durante noches para que me permitiera entrar y tengo todo el derecho del mundo a quedármelo sin compartirlo contigo si me apetece.

Lucien dejó de beber de mí y levantó la cabeza hacia ella con los ojos rojos en su euforia al estar alimentándose. Por su barbilla chorreaba sangre, mi sangre, y se la relamió antes de contestarle enfadado- Tenemos un trato, Natasha. Los donantes que conseguimos son para los dos, no te olvides. Y además, ¿qué te importa un simple humano?

Ella alzó la barbilla altivamente- Me lo quiero quedar. Es un hombre fuerte, y sabe tratar a las mujeres. Comprobé un poco de eso hace unos días. Me gusta y quiero que sea mío, lo voy a convertir cuando encuentre un donante de sangre nuevo.

Lucien le siseó- ¿Me piensas cambiar por él?

-¡Por favor, Lucien!... Lo nuestro sólo surgió por culpa de la guerra. ¿Quién iba a querer quedarse con uno como tú pudiendo tener a un Adonis como este?- y siguió bebiendo del cuello.

Lucien chilló y se avalanzó de nuevo hacia mi muñeca, dispuesto a dejarme seca para que Natasha no pudiese convertirme, haciéndome todo el daño posible. Esta vez el dolor fue demasiado y me sentí desvanecer entre una neblina blanca que se hizo más intensa, muy parecida a la luz destellante que noté al principio.

El dolor desapareció y abrí los ojos esperando que me hubiesen matado, pero a quién vi fue a Constantin, que me miraba extrañado y todavía me tenía sujeta cerca de él. El brazo donde tenía tatuado el ojo todavía estaba sensible, esto de seguro tenía algo que ver con mis poderes recién descubiertos.

-De repente te has quedado inmóvil, ¿qué te ha pasado? ¿te he hecho daño? Si ha sido así no era mi intención...

Alcé mi mano para detener sus palabras, todavía no me había repuesto de lo que me estaba pareciendo una experiencia extrasensorial hacia el pasado, su pasado.- ¿Cuándo fuiste convertido?

Esa pregunta le hizo soltarme rápidamente, como si le quemase- ¿Por qué ese repentino interés en mi conversión? No fue algo que me guste recordar, me interesa más mantenerme ocupado con el presente. Lo pasado, pasado es.

Su rostro volvió a ser exhuberante y trató de acercárseme, pero lo detuve poniendo una mano en su pecho.- Tú sólo contéstame por favor.

Finalmente, Constantin me dejó para encaminarse hacia un mueble. Abrió una pequeña puerta y tras ella tenía un pequeño refrigerador donde guardaba varias botellas de “Sangre Real”, vertió un poco en una copa y la llevó hasta otra puertecita pequeña donde tenía escondido un microondas para calentar la sangre. Hasta que no apuró el vaso no se volvió hacia mí.

-Fui convertido en 1859. Me encontraba en Craiova, donde nací, durante un permiso que me concedieron para celebrar la unión de dos regiones de Rumanía.

-Valaquia y Moldavia.- confirmé yo- ¿Te convirtieron entre un hombre y una mujer?

Su rostro mostró durante una décima de segundo un atisbo de sorpresa y luego sus ojos grises se platearon y enrojecieron a la vez levemente- ¿Cómo sabes tú eso? Nunca se lo he mencionado a nadie.

Dudé si decirle cómo lo sabía, pero me dio un poco de miedo provocarle- Realmente no lo sé, sólo sé que esa idea llegó hasta mi mente cuando me besaste.

Constantin se relajó, se acercó hasta su sillón tras el escritorio y me contempló- Creo que al final no me equivoqué, realmente puedes llegar a ser lo que yo sospechaba.

-No te entiendo. ¿Qué crees que soy?

-Un Mediador.- hizo una pausa dramática esperando ver mi reacción ante lo que decía que yo era, pero yo estaba más confundida todavía y siguió explicándose.- Eres una persona con poderes sobrenaturales y no trates de decirme que no, cuando te enojas derramas poder en el aire, lo percibo. Una vez conocí a alguien igual a tí y sé de lo que puedes llegar a hacer. Tus poderes te dejan inmiscuirte entre nuestros mundos sin que por eso debas pagar un precio. Te explicaré: yo tengo los atributos típicos de los vampiros, rapidez, visión agudizada, fuerza extra... lo normal, pero para eso debí convertirme. Conociste a Donovan, y sabiendo cómo es él debió de notar tu poder y trató de hacerte ver el suyo, ¿me equivoco?- no quise decirle que todo lo noté cuando mi amuleto dejó de funcionar y me enfrenté a Bernie Prescott, así que solo le dije no con la cabeza para simplificar- Bien. Donovan es un were-panther y tú no necesitas serlo para percibirlo. Tienes que ser en parte Wicca y algo más para poder hacer todo esto sin llegar a pertenecer a ningún grupo en concreto. ¿Vas cogiendo el punto?

-Mis padres eran los dos Wiccas, así que lo soy por entero. Recientemente lo descubrí.- de repente tuve una idea- ¿Si ya conociste a alguien como yo por qué no me lo presentas? Quizás pueda ayudarme a descubrir mis límites.

-No puedo, murió un año después de mi conversión. Yo no sabía mucho de mis propias capacidades así que poco pude hacer por ella. Los vampiros que me convirtieron trataron de apoderarse de ella y al final la mataron cuando comprobaron que no podían dominarla. Pero quizás haya algo que si pueda mostrarte que ella hacía. Tiene que ver con el imprevisto del que te hablé antes. Ven por favor, frumo...

Levanté mi mano- Constantin: Como vuelvas a decirme frumo-lo-que-sea, te juro que busco a ver qué poderes son esos de los que me hablas y te pateo el culo con una carga extrasensorial.

Él me dedicó una sonrisa caliente- Por lo menos hemos pasado de llamarme Dinescu a decirme mi nombre. Todo un récord.

Salimos de su despacho. Mei Ling estaba esperando afuera, quieta como una estatua inamobible por el paso del tiempo hasta que aparecimos nosotros y cobró “vida”. Hizo una reverencia a su maestro y se posicionó detrás de nosotros, acompañándonos a través de un par de salones hasta un patio exterior. Yo estuve todo el camino inquieta, mirándo cada dos por tres hacia atrás con mi mano puesta en mi Beretta por si la vampira hacía algún movimiento hacia mí. Constantín le había dicho que no podía tocarme pero estar prevenida por si acaso me hacía sentir mejor.
El patio era hermoso, inmenso, lleno de flores, árboles y pequeños arbustos finamente podados en numerosas formas. En la parte izquierda había una gigantesca piscina iluminada por pequeñas luces acuáticas en todo sus bordes y numerosas hamacas dispuestas en el lado pegado a un muro. Cada pocos pasos por el camino central encontrábamos bancos donde poder sentarse a descansar. Un precioso estanque con una fuente central coronaba el final de la parte derecha. La mansión era toda un lujo. Tras un portón en el final pasamos a una gran cochera donde estaban guardados montones de vehículos, la mayoría muy caros. Miré a Dinescu señalándole los coches.

-¿Todos son tuyos?

-No. La mayoría son de mis vampiros, de los que viven aquí o de los que vienen para hacer su trabajo en la mansión. Yo tengo tres.

Él me señaló hacia un lado del enorme garaje donde había tres coches separados del resto. Sacó una llave de su bolsillo y apuntó a un precioso Porsche gris metalizado. El coche emitió un pitido y se abrió. Era de tres puertas y de ningún modo iba a meterme en la parte trasera para quedar encerrada entre los dos vampiros, así que hice un gesto de cortesía hacia la vampira asiática y le dejé ver que ella debía pasar detrás. Me miró con mala cara, pero no dijo nada. Quitó la katana de su hombro y se metió atrás. Puse bien el asiento delantero y me subí a la vez que Dinescu lo hacía en el lado del conductor. Como si el portón de salida supiera cuando era el momento se abrío para dejarnos salir a la calle. Dinescu arrancó y nos sacó de allí.

-¿A donde vamos?- pregunté.

-Recibí un aviso de que varios de mis hombres han sido asesinados. Donovan debe estar ya allí y quizás tú puedas ver algo con tus capacidades.

Me quedé pensativa preguntándome qué iba a poder hacer yo allí, pero como debía ir con él de todos modos, esperaba ser útil, fuese lo que fuese.

2 comentarios:

  1. oh!!!!!!!!!!
    esto se esta poniendo bueno y solo es el principio de la semanita jeje
    espero el proximo

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  2. uuffff!! siempre nos dejas con ganas de saber mas! XD esperoo el proximooo!

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