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miércoles, 3 de marzo de 2010

Le Theatre des Vampires Capitulo 6

Capitulo 6

Llegué a casa con el corazón casi a punto de salirse. ¿Por qué demonios tenía que estar tan nerviosa? Solo era una reunión entre compañeros de clase que iban a hacer los deberes juntos y ver una película.
Mamá no estaba en casa, había dejado una nota sujeta por un imán en la puerta del frigorífico. Decía que regresó a las doce en un descanso de un par de horas e hizo la comida, pero que no le daba tiempo a verme, que hasta que no acabase la campaña de publicidad en la que estaba inmersa estaría muy liada y llegando tarde. Suspiré. Mamá había cambiado todo su tiempo libre y su vida por cumplir un sueño roto que estaba robando nuestro tiempo juntas.
Después de que solo me entraran un par de kiwis en la barriga decidí ir a mi habitación para cambiarme de ropa. Opté por una camisola color azul marino, muy larga hasta las rodillas, donde se podía leer “Black Wings”, atado en la cadera con un estrecho cinturón de cadenas entremezcladas con alas de murciélago y unas medias negras tupidas con unos botines llenos de hebillas. Mi pelo liso y suelto, sin cambios.
Llamé a mamá al teléfono esperando que me contestara.
-Biiiiip, biiiiip, biiiiip…Hola, soy Marion Keaton,- abrí mis ojos de par en par al sentir en el contestador que mi madre utilizaba otra vez su apellido de soltera- en estos momentos no puedo atenderle, si es para algún trabajo de diseño, por favor no se olvide de dejarme su número de teléfono y me pondré en contacto con usted a la mayor brevedad, gracias. ¡Pip!- Sonó el pitido que avisaba de que podía dejar un mensaje- mmm… ¿mamá? Soy yo, Kat. He visto tu nota en el frigorífico. Llamaba para decirte que esta tarde he quedado con Tara y Roger para hacer los deberes y ver después una peli. No te preocupes que me llevo el teléfono por si tienes que llamarme. Besos.- Colgué.
Omití que también estaría Dominique para evitar que luego tratara de darme otro sermón. Si el chico ya me había acompañado a casa para mamá era suficiente como señal de alerta. Recogí mis cosas en mi bolso y en ese preciso momento llamaron a la puerta. Miré mi despertador y con asombro vi que ya eran las cinco. Se me había pasado el tiempo volando.
Troté por las escaleras hasta llegar al recibidor llevando en las manos mi bolso y el casco. Respiré profundo para tratar de calmar la respiración, pues no quería que Dominique me viese agitada, y cuando lo conseguí abrí la puerta con mi mejor sonrisa.
¡Dios! Estaba más guapo si cabía decir. Llevaba una camisa blanca con botones metalizados, la llevaba remangada hasta el codo y entreabierta por el cuello, revelando un torso firme pero sin músculos exagerados, unos simples vaqueros ajustados y la parte superior de su pelo recogido en una suave coleta hacia atrás. Tenía la tez más dorada que el día anterior, hoy casi parecía levemente bronceado mientras que ayer estaba casi pálido, y sus labios estaban sonrosados, sobre todo el inferior que era un poco más grueso.
-Veo que ya estás lista- una reluciente sonrisa me dejó KO por un momento sin saber qué decir mientras él sacudía la cabeza para ajustar su mochila en el hombro donde la llevaba colgada, haciendo que su pelo se moviese en un movimiento preciso para volver a caerle sobre los hombros- Kat, ¿estás bien?
-S-si.- debía parecer una idiota tartamudeando.- Tara y Roger no viven muy lejos de aquí, tan solo a dos calles.
-Roger me dijo en clase de Historia que quedábamos a las seis.
-Pues a mí no me dijeron que cambiaban la hora de quedar.- Esto de seguro era cosa de ese par de… Nota para mi diario: tengo que maquinar una buena trastada para ese par de alcahuetas.
-¿Quieres tomar algo en una cafetería? Tenemos tiempo de sobra.
Recordé lo de mi sueño- Bueno, mientras no sea en Marten’s Coffee…
-¿Por qué? ¿No es ahí donde estuvisteis ayer? Tengo entendido que hacen los mejores capuccinos de toda la ciudad. Tienen buena fama.
Le entrecerré los ojos sospechosa- ¿Te gustan los capuccinos?
-¡Oh si! Aunque también me pierdo por el expresso, pero lo dejo para la época de exámenes. Entonces que, ¿vamos?
Sin nada que pudiese argumentar para no ir allá asentí. Cerré la puerta con llave y me monté en la moto con él, agarrándome fuerte suponiendo que iríamos otra vez a máxima velocidad.
Llegamos en un suspiro. La cafetería estaba a rebosar de gente como si fuese el lugar indicado para cualquier reunión. Para mi mala suerte estaba Laura con su grupito, aunque también estaba con ella Jake y los chicos del equipo de rugby. Cuando se percató de nuestra entrada, Lisa codeó suavemente a Laura, que se giró bruscamente y abrió los ojos al vernos entrar en la cafetería. Todas se pusieron a cuchichear y tuve que hacer un esfuerzo supremo para no ir para allá y armar una buena. El odio que sentían hacia mi por ser amiga de Tara se estaba volviendo recíproco, yo tampoco las soportaba.
Tan absorta estaba tratando de escuchar que decían las perras que no me estaba enterando de lo que Dominique me decía, hasta que noté una chispa de electricidad recorrerme el brazo. Él me estaba tirando suavemente del brazo para intentar que fuésemos hasta una mesa que se acababa de quedar vacía. No se como lo hacía, cada vez que me había tocado sentía esa chipa electrizante pasar de él hacia mí. Le sonreí tímidamente, avergonzada de no saber qué me había dicho y lo seguí.
El camarero llegó con una sonrisa de oreja a oreja para limpiar la mesa y tomarnos nota en su libreta.
-Un capuccino con doble de nata- dijimos los dos a la vez, haciendo que nos mirásemos. El camarero asintió y se fue escribiendo nuestro pedido.
Dominique soltó una hermosa carcajada mientras yo me ponía como un tomate- ¡Mon Dieu!, ¡por fin alguien que sabe apreciar un capuccino bien completo!- lo miré extrañada, así que él me explicó- normalmente las chicas no queréis tomar nada con extra de calorías, se agradece poder tomar algo sin tener que ver una mirada exagerada mientras me dicen los problemas que conllevan para el cuerpo tomar tanta nata.
A decir verdad, yo entraba en el exclusivo grupo de las mujeres que podían tomar lo que quisieran sin peligro para su cuerpo. Estaba más bien demasiado delgada para mi gusto, con pequeños pechos pero con la cadera formada, y aunque hacía lo que podía por coger un par de kilos mi cuerpo los rechazaba. Podía tomar lo que quisiera que no engordaba un gramo. Mamá decía que mis grandes ojos, mi pelo negro y esa habilidad con la comida era de lo único de lo que se alegraba que hubiese heredado de papá.
El teléfono de Dominique sonó y estuvo hablando en francés un buen rato. Su rostro y su voz no demostraban ninguna alteración, siempre se mostraba calmado, así que me picó la curiosidad.
Estuvimos hablando un rato sobre lo que habíamos visto en la gran pantalla de televisión que estaba colgada en una de las paredes de la cafetería. Anunciaban el estreno de un par de películas y luego pusieron el canal de música. Descubrimos que nuestros gustos se asemejaban e incluso Dominique insinuó que podíamos ir a ver algún estreno o a un concierto. Si Tara lo hubiese escuchado de seguro luego hubiese estado dándome la vara con que me estaba pidiendo una cita.
Un hombre bastante alto entró en la cafetería. Giró su cabeza por todo el local hasta que nos localizó y se dirigió directo a nosotros. Varias mujeres de mediana edad lo recorrieron con los ojos, devorándolo.
-Hola Dominique.- tenía el mismo acento afrancesado que él. Era un hombre bastante alto, como de metro noventa, con el pelo largo y rubio dorado cayendo en hermosas ondas por alrededor de su cara y hermosos ojos verdes. Vestía con una camisa color crema muy ajustada dejando ver un pecho fuerte y musculado, unos marcados pantalones marrón oscuro sujetos por un cinturón de cuero y con mocasines negros.- Violette me dijo que habías salido.
Educadamente Dominique me presentó- Tío Antoine, ella es Katherin, una compañera de clase.
Sonreí con la sorpresa de ver que Dominique no se parecía en nada a su tío. Antoine me miró a los ojos y los abrió un instante en sorpresa. A mí también me pasó cuando me pareció ver un resplandor como el que creía haber visto alguna vez en Dominique, pero otra vez desapareció cuando parpadeé. Con un fino gesto cogió mi mano para depositar un breve beso sobre ella en un modo anticuado mientras me hacía una reverencia.
-Encantado de conocerte. Dominique podría traerte algún día para casa para que conozcas al resto de la familia, de seguro se sentirán complacidos de verte. Aunque la casa ahora está toda en reformas para montar el espectáculo, la gente tiene la manía de pensar que los vampiros viven en lúgubres casas y se podría decir que la estamos “aviejando” para que parezca más tenebrosa. Y por supuesto tú y tus amigos estáis invitados al estreno.
-Gracias. Dominique me comentó algo sobre lo de las obras de reforma- me acordé de mamá y su trabajo, así que agregué- ¿Tenéis ya a alguien que os haga el diseño para la publicidad?
-Todavía no he buscado a nadie. Recién llegamos y no conocemos a la gente del pueblo.
-La madre de Kat se dedica a diseñar atrezzos para publicidad- agregó rápidamente Dominique mientras me miraba- podría hacernos los diseños para los carteles. Kat dale el número de teléfono para que contacte con tu madre.
Saqué una de las numerosas tarjetas que mamá me había obligado a llevar en el bolso por si surgían situaciones como esta y se la entregué a Antoine.
-Merci, mademoiselle. La llamaré pronto.
Y en un parpadeo ya no estaba. Solo la puerta de la cafetería terminándose de cerrar.

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